Con la llegada del nuevo año, muchas culturas y tradiciones celebran el paso de un ciclo a otro, un momento de reflexión y transformación. En la Roma antigua, los dioses y diosas que custodiaban los umbrales eran invocados para proteger los hogares y asegurar que los nuevos comienzos estuvieran llenos de buenas energías.
Representación alegórica de las Cuatro Estaciones (Horae) y de las pequeñas figuras que las acompañan y flanquean una puerta doble romana que simboliza la entrada al más allá, en un sarcófago de mediados del siglo III.
Si bien Jano, antaño invocado el 1 de enero, fue el guardián más conocido de los comienzos y finales, existió otra figura igualmente fascinante que compartió esta función: Cardea o Carna, la diosa de las bisagras, es decir, de los cierres y las aperturas.
Cardea o Carna, ¿dos diosas sincretizadas?
Hay quien diga que Ovidio confundió o sincretizó a Cardea y Carna (o Crane), dos diosas diferentes, en la misma deidad protectora. Cardea sería la diosa de los goznes (bisagras, umbrales), mientras que Carna sería la diosa protectora de los niños y de la salud de los órganos internos, especialmente ante los ataques de las temidas striges: espíritus sedientos de sangre que invadían las casas en forma de aves nocturnas y que podrían considerarse como precursores de las brujas y de los vampiros modernos.
El vínculo fonético entre sus nombres también podrían haber contribuido a esta asociación. Cardea tiene su etimología en cardo, cardinis (bisagra) y Carna vendría de carō, carnis (carne).
Sin embargo, también hay quien afirme que la diosa Cardea nunca existió o que, si existió, sería ella quien, en un periodo posterior, asumiría parte de las funciones de Carna (Dawid Lipiński, 2014).
Un argumento que respalda esta idea es que Carna aparece en el mito de Procas narrado en los Fasti de Ovidio asumiendo tanto la función de proteger contra los espíritus nocturnos como la de guardar las entradas (por onde entrarían esos espíritus). En este fascinante mito también Ovidio nos ofrece una descripción detallada de las tenebrosas striges:
Hay unos; pájaros voraces, no los que engañaban las fauces de Fineo con los manjares, pero tienen la descendencia de ellos. Tienen una cabeza grande, ojos fijos, picos aptos para la rapiña, las plumas blancas y anzuelos por uñas. Vuelan de noche y atacan a los niños, desamparados de nodriza, y maltratan sus cuerpos, que desgarran en la cuna. Dicen que desgarran con el pico las vísceras de quien todavía es lactante y tienen las fauces llenas de la sangre que beben. Su nombre es «vampiro» (striges); pero la razón de este nombre es que acostumbra a graznar (stridere) de noche en forma escalofriante. Así pues, tanto si estos pájaros nacen, como si los engendra el encantamiento y son viejas brujas que un maleficio transforma en pájaros, llegaron a meterse en la habitación de Proca. Este, que había nacido en dicha habitación, era con sus cinco años de edad un botín fresco para los pájaros, que chuparon el pecho del niño con sus lenguas voraces; el desgraciado muchacho daba vagidos y pedía socorro.
Asustada por la voz de su pupilo, acudió corriendo la nodriza y halló sus mejillas arañadas por las aceradas uñas. ¿Qué podía hacer? El color de su cara era el que suelen tener las hojas tardías a las que ha marchitado el recién llegado invierno. Fue en busca de Crane y le contó lo sucedido. Crane le dijo: «Abandona tu temor, tu pupilo se salvará».
Se llegó a la cuna; el padre y la madre lloraban. Ella les dijo: «Contened vuestras lágrimas, yo lo voy a curar». Inmediatamente tocó tres veces consecutivas las jambas de la puerta con hojas de madroño; tres veces con hojas de madroño señaló el umbral. Salpicó con agua la entrada (el agua también era medicinal) y sostenía las entrañas crudas de una marrana de dos meses.
Como bien señala Dawid Lipiński, 2014, en este relato, a Carna se le atribuyen dos competencias: primero, la cura del bebé como protectora de los órganos internos; luego, la protección de la entrada de la casa como diosa capaz de eliminar cualquier amenaza en las puertas.
Así pues, es posible que originalmente, los romanos la venerasen como sanadora, pero con el tiempo, esta función se expandiera para incluir la protección del acceso a los hogares frente a daños externos, incluidas las striges, que penetraban las casas a través de las puertas y ventanas.
Si la semejanza fonética (carō vs. cardo) de sus nombres ya podría haber contribuido a esta asociación, vemos que muy fácilmente pudo haberse generado también un vínculo semántico entre la función de proteger los umbrales y el significado de la palabra cardo, cardinis (bisagra), gererándose así la confusión entre Carna y Carda.
Carna: La Diosa del Cambio y la Protección
La festividad de Carna se celebraba en las calendas (el primer día) de junio, también conocidas como "las calendas de las habas" (calendae fabariae). Este nombre se debe a las ofrendas hechas a su honor, una mezcla de habas y grasa de cerdo. Las habas tenían un amplio uso mágico-religioso en la antigua Roma; se relacionaban con la vida y el nacimiento y también con la muerte.
Con lo cual, podemos ver que el día de su festividad, el primer día del mes de junio, era también un día simbólico de cambio de ciclo. De este modo, Carna no sería solo una diosa que protege las puertas, sino que su simbolismo encarnaría la transición misma: el cambio que ocurre en el momento exacto en que cruzamos el umbral entre un ciclo y otro.
Vista por este ángulo, Carna sería mucho más que la diosa de las puertas; sino una deidad que regiría el equilibrio entre el antes y el después, lo conocido y lo desconocido.
“El primer día se te concede a ti, Carna. Ésta es la diosa del gozne; por su Día l: voluntad, abre lo que este cerrado y cierra lo que está abierto.” (Ovidio, Faustos)
Pero su historia, aunque está marcada por la protección y la transformación, no estuvo exenta de dolor y de conflicto.
El Oscuro Regalo de Jano
La relación entre Carna y Jano, el dios de los umbrales, no es una casualidad. En la mitología romana, Jano es un dios bifronte, con dos caras que observan tanto el pasado como el futuro. Se le considera el guardián de los cierres y los inicios, el que permite que todo lo que está por venir pase a través de la puerta del tiempo.
Sin embargo, como podemos ver, Jano no fue el único custodio de estos límites. Carna también lo era, aunque su acceso a este poder se forjó a través de una historia oscura y dolorosa.
Se dice que Jano fue quien le concedió a Carna esta potestad, pero no como un regalo generoso, sino como un consuelo tras haberla violado.
“A cambio de nuestra unión tendrás derecho sobre los goznes; ésta es la recompensa que vas a recibir por haber perdido la virginidad. Diciendo esto, le dio una espina (la cual era blanca) con la que pudiese repeler de las puertas los amargos agravios” (Ovidio, Faustos)
Así, de la violencia y el dolor, Carna emergió como una figura protectora, un símbolo de resistencia y transformación.
Este mito refleja una poderosa paradoja: mientras que Jano era el dios de los comienzos y de los finales, él fue también el responsable de la violencia que desencadenó sobre Carna. Sin embargo, fue a través de este trauma que la diosa obtuvo un poder profundo sobre los límites, sobre esos puntos de transición que marcan el paso entre los mundos.
La Protección de los Más Vulnerables
La figura de Carna no se limitó solo a la protección de los umbrales físicos, sino que también se convirtió en la guardiana de los más vulnerables: los niños. En un tiempo en que las leyendas de brujas y espíritus oscuros acechaban las casas, se decía que las brujas se transformaban en búhos chillones para entrar por las ventanas y robarse la vida de los pequeños. Carna era la diosa que mantenía a raya a esas criaturas, protegiendo a los niños con el poder de las plantas sagradas, como el madroño o el espino blanco, cuya ramita se colgaba sobre las ventanas o las cunas para ahuyentar a los espíritus malignos.
Al igual que el cambio de año nos invita a protegernos de las malas energías y a empezar de nuevo, Carna representaba ese poder de renovación y protección que era tan esencial en la vida cotidiana de los romanos. Ella nos recuerda que, aunque el dolor puede ser una puerta de entrada al sufrimiento, también puede ser el umbral a una nueva forma de poder y de resiliencia.
Carna y el Año Nuevo: Un Renacer
En este inicio de año, el simbolismo de Carna es especialmente relevante. Mientras cruzamos el umbral de un nuevo ciclo, es importante recordar que no solo Jano tiene la llave de las puertas que nos llevan hacia lo desconocido. Carna, la diosa que renació del sufrimiento, es también quien nos acompaña en nuestros propios procesos de cambio y transformación. Nos enseña que, aunque el pasado pueda ser doloroso, lo que está por venir puede estar lleno de protección, de fuerza y de nuevas oportunidades.
Así como Carna protegió a los niños de las brujas y a las casas de los espíritus malignos, podemos invocar su energía para que nos guíe en este nuevo comienzo, protegiéndonos de las sombras del pasado y abriéndonos a un futuro lleno de esperanza y crecimiento. Que este año nuevo nos traiga, como a Carna, el poder de transformar nuestras dificultades en fuerza, y de cruzar los umbrales del cambio con la certeza de que estamos protegidos y listos para lo que viene.