Luciérnaga
luciérnaga
Del lat. lucerna 'candil, lámpara' y el suf. dialect. ‒́aga, y este de or. prerromano.
1. f. Insecto coleóptero de algo más de un centímetro de largo, cuyo macho, de color amarillo parduzco, tiene forma de escarabajo, y cuya hembra, que carece de alas y tiene forma de gusano, despide una luz fosforescente.
Sin.:
noctiluca, lucerna, candelilla, quiebraplata, candela.
En portugués: vagalume. En catalán: cuca de llum. En inglés: firefly...
"La última vez que vi una luciérnaga fue hace ya unos cuantos años."
Seguramente esta sea una frase que hayamos dicho muchos en las últimas décadas. Y es que pareciera que a cada año cuesta más y más ver una luciérnaga, aún viviendo en zonas con poca contaminación lumínica.
En mi infancia recuerdo verlas casi a diario en el pantano cerca de casa. Las podía ver desde lejos. A veces me pregunto si es un recuerdo real o un espejismo de la memoria, una vez que jamás volví a ver semejante escena otra vez. Podía pasarme horas observándolas desde la ventana. Esos seres diminutos con luz propia brillando en la noche oscura. ¿Cómo es posible? ¿Si no tienen pilas? pensaba intrigada mientras escuchaba el croar de los sapos y ranas que compartían territorio con ellas.
Hoy sé que las luciérnagas no tienen pilas, pero tienen luciferina, una molécula que se encuentra en insectos de la familia Lampyridae. La luciferina es el sustrato de la enzima luciferasa, que es la responsable de la emisión de la luz amarilla característica de estos animales.
Si te gusta observar las palabras, habrás notado, como yo, que ambos términos (luciferina y luciferasa) evocan otro nombre muy conocido en la tradición cristiana y en la cultura popular. Sí, hablamos de Lúcifer, el ángel caído o, como indica su etimología, del latín lux (luz) + ferre (llevar), lo que viene a ser El portador de la luz.
También Diana, la diosa romana de la caza, la naturaleza, la fertilidad y de la luna era conocida por el epíteto de "Diana lucifera" (portadora de la luz). En De Natura Deorum registró Marco Tulio Cicerón:
"... la gente considera a Diana y la luna como una sola ... la luna (luna) recibe su nombre del verbo brillar (lucere). Así entre los nuestros invocan al dar a luz a Juno Lucina, al igual que los griegos invocan a Diana, la portadora de la luz. Diana también tiene el nombre de Omnivaga («vaga por todas partes»)". Así como los vagalumes (luciérnagas en portugués).
Kritsky & Cherry, 2000 en Mitología del Insecto (Insect Mythology) comenta que entre los mitos amazónicos la luz de las luciérnagas era descrita como derivada de las estrellas y se creía que esos animales eran regalos de los dioses para brindar esperanza y guía a la raza humana a través del oscuro pasaje de la vida.
Con el paso de los años, las luciérnagas dejaron de habitar y de iluminar las noches oscuras de mi vecindario pero siguieron iluminando los rincones de mi memoria. Cada vez que me acuerdo de la infancia y de mi versión diminuta, allí están ellas, las pequeñas e incontables luciérnagas en aquella imagen que quedó para siempre reflejada en mis recuerdos. Es una reliquia que guardo con especial cariño, ya que me recuerda de dónde vengo y quién soy.
También me gusta pensar en las luciérnagas como metáforas de aquellas cosas y personas que cual bombillas autosuficientes, hechas de luficerina, iluminan la noche oscura, aligeran el camino, acompañan, dan calor y hacen de guía, demostrando que en el mundo sigue existiendo magia.
La literatura, el arte, la historia, los idiomas, la música, la naturaleza, la herbolaria, el folklore, el misterio... son las luciérnagas que ahora habitan mis noches, que me dan calor, inspiración e imaginación. Y, sin más pretensiones que la de abrir una puerta para dejar salir un poco de esa luz, he creado este espacio en el que iré compartiendo pequeñas dosis de luciferina.
¡Ojalá repoblar el mundo de luciérnagas! ¿Y si empezamos por las metáforas? ¿Me acompañas? :)